Kerber Zargo (ID)

Kerber Zargo.


"La Banlist", como pequeña leyenda urbana en el mundillo del OCG.


20 años.


Hombre.


Ghoul.


Jugador de Yu-Gi-Oh! y traficante de droga local.


Un apartamento pequeño en el Distrito 5 y una cabaña también de tamaño reducido pero mejor amueblada y de estilo vacacional lujoso a las afueras del Distrito 23.


Bunkyo.


Adquirida en una convención de jugadores de Yugi y hecha a mano con plumas artificiales.

Referencia


Tipo Bikaku.

Brota a la altura de la cintura, sobre el final de la columna vertebral, y adopta la forma de una larga cola negra y de aspecto óseo, no muy gruesa, reminiscente a un látigo, adornado por pequeñas protuberancias y terminado en una suerte de aguijón del tamaño de un cuchillo de caza.

Referencias


Estoy bien bueno, ¿follamos o qué?

No, ya en serio (aunque dejo la oferta sexual sobre la mesa), soy un chico joven y delgado, aunque ancho de espalda y más en forma que el jugador de Yugi promedio. Mido poco más de metro setenta, lo normal pa' un japo, rasgos finos y algo afilados para un hombre, cabello rojizo lo suficientemente largo para caer a los costados de mi rostro o taparme los ojos si me reclino hacia adelante sin atarlo antes en una coleta, y ojos de similar pigmentación notablemente expresivos. También suelen decirme que tengo los dientes afilados, pero supongo eso está bien, ayuda a separar la carne del hueso y tal.

Desde hace poco, cierto investigador hijo de su puta madre me regaló una cicatriz horizontal en mitad del estómago, fina y pálida, pero cualquiera que revise la marca idéntica al otro lado, en mi espalda, notará que no fue precisamente una incisión superficial.

Referencia


¿Que cómo soy? Pues la verdad no sé, supongo que un bastardo egoísta e insensible. Bueno, no es que no sienta empatía o lástima por los demás, es sólo que en el fondo los demás me la pelan bien pelada. ¿Que a veces siento remordimientos por mis acciones? Pues sí, no te digo que no, pero no voy a dejar de desgarrar y masticar a alguien cuando ya voy a la mitad, de niño me enseñaron que dejar comida en el plato es de pésima educación. Aunque reconozco que en ocasiones me cuesta terminar el trabajo... cuando están gordos y apestan a sudor y mierda (es sorprendente lo rápido que se afloja el esfínter de un humano cuando le apuñalas repetidas veces).


Mi madre era una zorra.

No, en serio, era una zorra, una puta, una perra, una prostiputigolfa... tú entiendes. Nunca me avergonzó que mi progenitora ejerciera el oficio más antiguo del mundo, a fin de cuentas le daba buen dinero, porque en aquellos tiempos (y aunque esté mal que yo lo diga) mi vieja estaba bien buena, con su melena pelirroja y sus tetotas firmes que rebotaban cuando corría (o se corría). Gracias a aquellos hombres ansiosos por metérsela por ahí por donde yo vine al mundo jamás nos faltaron los recursos necesarios para llevar una vida decente. Además, de vez en cuando, cuando nadie miraba, mi madre abría en canal a uno de sus clientes y, tras robarle la cartera y demás objetos de valor (porque puestos a asesinar a quién le importa un pequeño robo), procedía a trocearlo y guardarlo en el congelador; esa semana comíamos en abundancia. Mirando atrás supongo que mi infancia fue bastante feliz.

¿Mi padre? Yo también se lo pregunté una vez, pero me dijo que la verdad no recuerda mucho de esa noche, y que bastante es que no salí ladrando. Yo la comprendo, fue en los noventa, cuando la cocaína que se importaba a este país venía adulterada con mil mierdas de baja calidad, y a fin de cuentas una niña de quince años tampoco sabe distinguir la farlopa buena de la que te deja hecho un asco.

Cogí la afición del Yugi de pequeñito, cuando se hizo popular, y empecé a meterme en torneos locales en cuanto logré entender que no podía invocar de modo normal a tres Blue Eyes White Dragons en un turno. Me fue bien, gané varios premios en metálico, y de ahí me metí al negocio de la reventa de cartas raras por precios desorbitados (siempre hay algún gilipollas dispuesto a pagar 500 dolares por una Secret Rare), así que a los 16 años ya tenía suficiente dinero para independizarme de mi madre. Hace un tiempo que no la veo, de hecho escuche que la andan buscando por una trama de prostitución ilegal y asesinatos en serie. No me preocupa mucho, ni que fuera la primera vez que evita que la pillen... con que no llamen al pelirrojo de C.S.I. todo bien.

Y os preguntaréis cómo consigo yo alimentarme ahora que soy todo un adulto autosuficiente. Pues veréis, cuando pasas 14 horas al día en tiendas de cartas y juegos de mesa conoces a mucha gente que nadie echaría en falta si desaparecieran misteriosamente de la noche a la mañana, además suelen estar bien rellenitos y sabrosos, en especial los que juegan Magic en un rincón al fondo del local. De momento no he tenido problemas con las autoridades (con lo del canibalismo, digo; el narcotráfico es un tema aparte), aunque empieza a circular la leyenda urbana entre los jugadores de Yugi de la zona sobre un asesino aterrador, al que llaman "La Banlist", porque si te agarra te jode la vida. God bless Konami, right?.